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Obra de teatro – El árbol de los zapatos

Título: El árbol de los zapatos.

Autor: Adaptado del cuento de los hermanos Grimm.

Personajes: Narrador, María, Juan, Señor Martín, Señora Martín, Señora Gómez, señoras con bebés,    señora Blanco, señor Blanco, Pepe,

Curioso 1, vendedor, curioso 2

Escenario: una casa humilde, un molino, unas montañas y un castillo.


(Escena I)

Un hombre cava en el jardín, mientras sus hijos lo ven.

Narrador: Juan y María miraban a su padre cavando en el jardín. Era un trabajo muy pesado así que fueron a animarle.

María: Mira, papá ha encontrado una bota vieja.

Juan: ¿Qué harás con ella?

Señor Martín: Podemos enterrarlo aquí. Dicen que si se pone un zapato viejo debajo de un cerezo crece mucho mejor.

María:
(Riendo)
¿Qué es lo que crecerá? ¿La bota?

Señor Martín: Bueno, si crece, tendremos bota asada para comer.

Narrador: Así juntos, enterraron la bota. Y ya entrada la primavera, un viento fuerte derribó el cerezo. Cuando se acercaron para recoger las ramas caídas vieron una planta nueva. Y decidieron dejarla creer para ver que era, porque no se parecía a las que ellos conocían, tampoco pudieron encontrarla en los libros de jardinería.

Juan: Jamás vi una planta como ésta.

(Escena II)

La planta ha crecido, y ahora tiene unos frutos grisáceos extraños.

Narrador: La planta era bastante interesante, así que la dejaron crecer. A la primavera siguiente, era casi un arbolito. En otoño, aparecieron frutos, pero estos eran muy raros estaban llenos de bultos y tenían una forma muy curiosa.

Señora Martín: (intrigada) Ese fruto me recuerda algo…(pensativa)…¡Parecen botas!

Juan: (tocando el fruto con asombro) ¡Es verdad! Parecen botas.

Señora Gómez: (asomándose)¿Dijeron botas?

María: ¡Sí, crecen botas!

Señora Gómez: ¿Puedo acercarme a mirarlas?, Pedrito ya es grande y necesitará botas.

Señora Martín: Claro que sí. Pase y véalas con sus propios ojos.

Narrador: La señora Gómez se acercó, con el bebé en brazos. Lo puso junto al árbol, cabeza abajo. Juan y María acercaron un par de frutos a sus pies.

Juan: Aún no están maduras. Vuelva mañana para ver si han crecido un poco más.

Narrador: (Pronuncia su discurso, mientras en el fondo las mamas prueban botas a sus hijos) La señora Gómez volvió al día siguiente, y el próximo, uno más, hasta que al final de la semana, descubrieron un par que parecía justo el número de Pedrito. María las bajó y la señora Gómez se las puso a su hijo. Le quedaban muy bien y Pedrito comenzó a caminar por el jardín. Así que el señor Martín decidió que todos los que necesitaran botas para sus hijos podían venir a recogerlas del árbol.

Pronto el jardín se llenó de mujeres con niños pequeños. Algunas alzaban a los bebés para poder calzarles los zapatos, otras los levantaban cabeza abajo para medir la fruta con sus pies. Juan y María recogieron las que sobraban y las colocaron sobre el césped, ordenándolas por pares. Las madres que llegaron tarde probaron estas botas, hasta que todos los niños tuvieron las suyas. Al final del día, el árbol estaba pelado.

(Escena III)

Cambio a la casa de los Blanco.

Narrador: La señora Blanco, volvió a casa muy contenta porque consiguió zapatos para los trillizos.

Señora Blanco: Los traje gratis, del árbol del señor Martín. Mira, la cáscara es dura como el cuero, pero por dentro son muy suaves.

Narrador: El señor Blanco contempló detenidamente los pies de sus hijos.

Señor Blanco: Tengo una idea, quítales los zapatos.

Narrador: Y mientras el señor Blanco, llevaba a cabo su idea, pasaron los años. El árbol de los Martin, produjo frutos más grandes; y los niños crecían, así que seguían encontrando zapatos. Hasta que un día, apareció un gran cartel en casa del señor Blanco, CALZADOS BLANCO, S.A. decía.

Señor Martín: Con razón andaba el señor Blanco tan sospechoso plantando cosas en su huerto. El bribón planto todos los zapatos que le dimos gratis a su familia y ahora tiene muchos árboles.

Señora Martín: (amargamente) Dicen que se hará rico con ellos.

Narrador: Y así parecía, el señor Blanco contrató tres mujeres para que le recolectaran los zapatos de los árboles y los clasificaran por números. Luego envolvían los zapatos en papel de seda y los guardaban en cajas para enviarlos a la ciudad, donde los venderían a buen precio.

Al mirar por la ventana, el señor Martín vio al señor Blanco que pasaba en un coche elegantísimo.

Señor Martín: Nunca pensé en ganar dinero con mi árbol.

Señora Martín: (cariñosamente) No sirves para los negocios, querido. Y mejor que todos los niños del pueblo puedan tener zapatos gratis.

(Escena IV)

cambio a un campo junto al huerto del señor Blanco donde los niños juegan.

Narrador: El señor Blanco había construido un muro muy alto para que no entrara la gente. Sin embargo, Pepe, un amigo de Juan y María. Con gran esfuerzo había escalado el muro.

Juan: Hola, Pepe, ¿Qué hacías ahí?

Pepe:
(Saltando frente a ellos, sonriente) recojo frutos de zapato para que mi abuelita me haga un pastel con ellos.

María: ¿Un pastel?¿Y sabe bien?

Pepe: ¡Riquísimo!, la cáscara es un poco dura. Pero si cocinas lo de dentro, con mucho azúcar, está muy rico. Mi abuelita hace unos pasteles estupendos con los zapatos. Ven a probarlos, si quieres.

Narrador: Juan y María ayudaron a Pepe a llevar los frutos a su abuela, y todos comieron un trozo de pastel. Era dulce y muy rico, tenía un sabor más fuerte que las manzanas y muy raro. A Juan y a María les gustó muchísimo. Al llegar a casa, recogieron algunas frutas que quedaban en el árbol de los zapatos.

María: Las pondremos en el horno, aprendí a hacer manzanas asadas, no puede ser muy distinto.

Narrador: María y Juan asaron los zapatos, rellenándolos con pasas de uva. Cuando sus padres volvieron de trabajar, se los sirvieron, con nata. Al señor y a la señora Martín les gustaron tanto como a los niños

Señor Martín: ¡Vaya! Tengo una idea magnífica y la pondré en práctica.

Narrador: Al día siguiente, llevó los frutos de zapato a la ciudad. Se detuvo en la feria y habló con un vendedor. Entonces el vendedor escribió en un cartel “Frutos de zapato a 5 monedas el kilo”.

Curioso 1: Yo pagué 500 monedas por un par para mi hijo en la zapatería. ¡Y aquí las venden a 5!

Vendedor:
(gritando)¡Sólo cinco monedas!. Hay que pelarlos y comer la pulpa, que es deliciosa. ¡Son muy buenos para hacer pasteles!

Curioso 1: (moloesta)
Nunca más volveré a comprarlos en la zapatería.

Narrador: Al final del día, el vendedor se sentía muy contento. El señor Martin le había regalado los frutos y ahora tenía la cartera llena de dinero. Por su parte el señor Blanco, remató su mercancía, puso carteles nuevos que decían “Grandes rebajas”, “5 monedas el par”

(Escena V)

Cambio a casa de los Martin

Narrador: Después de esto, todo el mundo se puso contento: los niños del pueblo seguían consiguiendo zapatos gratis del árbol de la familia Martín, y a la gente de la ciudad no les importaba pagar 5 monedas por un par en la zapatería. Y todos los que querían podían comer la fruta. El único que no estaba contento era el señor Blanco; aún vendía algunos zapatos, pero ganaba menos dinero que antes.

Señor Martín: ¿Crees que estuve mal con el señor Blanco?

Señora Martín: Me parece que no. Después de todo, la fruta es para comerla ¿verdad?

María: Y además ¿no fue lo que dijiste al enterrar aquella bota vieja? ¿Te acuerdas? Nos prometiste que cenaríamos botas asadas.

Fin